jueves, 2 de enero de 2014

EL PRIVILEGIO DE NACER Y CRECER EN SANTIAGO IXCUINTLA

Como suele suceder en política, cuando decides participar, las personas que se ubican como tus adversarios, tratan de ignorar tus virtudes, magnificar tus defectos e incluso inventar algunos. En mi caso, desde que decidí caminar por la alcaldía de Santiago Ixcuintla, los infaltables "aprontones" han decidido decir que no soy originario de dicho municipio. Cosa que nadie les cree, porque yo si nací, viví, me crié, trabajé y estudié sobre los problemas de mi tierra. Como los santiaguenses tenemos una querencia natural a nuestro pueblo, quise dar algunas de las razones de mi apego por dicho lugar. Hay muchas más, pero ya las iré describiendo mas adelante. Por lo pronto, ahí se las dejo.


Francisco Javier Castellón

En esta ocasión, sólo quisiera escribir sobre el privilegio de haber nacido y crecido en esta tierra en un momento histórico sin precedentes. Como mi padre y como mi primer hijo,  nací en mi casa del cerro de Santiago, del callejón de la 3a Degollado, primogénito de un trabajador del comercio, nieto y bisnieto de familias migrantes que, como muchas, bajaron de la sierra a buscar ganarse la vida en los fértiles campos agrícolas que se abrían sin parar después de la reforma agraria de los años treinta. 

Nací en 1960, año en que las plantaciones tabacaleras seguían en franco crecimiento y en un momento que las raíces culturales de la región se instalaban firmemente. Eran los primeros años de los juegos florales de la Feria, de los resultados del ensayo piloto de educacion que hizo la UNESCO en nuestro pueblo o de las temporadas de béisbol con peloteros de calidad internacional. Era el momento en que la llamada "Costa de Oro" adquiría su nombre. 

Fui alumno de la Escuela Juan Escutia, en la secundaria federal "Leyes de Reforma" y como muchos jóvenes emigré a Tepic a estudiar la Prepa y la licenciatura, pero nunca dejaba de venir los fines de semana donde convivía con mis amigos y compañeros en los bailes de la mutualista,  en el café Valhalla, y en el trabajo diario cargando y llevando mercancía en la camioneta de mi padre. Junto a mi hermano le ayudábamos a mi tío  Manuel de la Torre a vender ropa en toda la margen derecha del río Santiago; desde Amapa hasta la Boca de Camichin y los sábados, desde Colonia Emiliano Zapata hasta Pozo de Ibarra y durante la temporada de camarón, en todos los pueblos de la Región de Las Haciendas. No hubo rincón del municipio que no conociera.

Estaba, como muchos Santiaguenses de la época, cargado de ilusiones y proyectos que podrían hacerse realidad por la prosperidad que había en nuestra región. Me titule de economista, viajé a la complicada Cd de México, estudié un posgrado y regresé a mi querida Universidad Autonoma de Nayarit. Ahí he trabajado como maestro desde 1984, fui director de mi escuela, funcionario universitario, tuve el gran honor de haber sido Rector y posteriormente Senador de la República.

En esa época me casé con una bella mujer nacida en Villahidalgo, con quien durante el noviazgo conocí todas las veredas para llegar a la segunda población en importancia en nuestro municipio y en sus alrededores, crucé el río por el puente de madera y en la legendaria canoa con motor; a las dos de mañana, en medio de la niebla y con el estrepitoso canto de las ranas.

Es muy difícil no amar a esta tierra y más cuando te has forjado en ella y aún cuando los pasos de mi vida me llevaron por todo el mundo, regreso a donde en realidad, nunca me he ido. A devolver un poco de lo mucho que me ha dado Santiago Ixcuintla.

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